jueves, 8 de enero de 2009

Acceso a la consola

Para poder mantener una conversación con nuestra computadora, necesitamos un medio de comunicación. Este medio es normalmente la consola o el terminal. Asumo además a partir de ahora que nuestra consola no será una cualquiera, sino, en concreto, una consola Unix ---la que proporcionan los sistemas basados en Unix o afines a él--- y preferentemente una consola GNU/Linux.

¿Por qué una consola Unix? Por la sencilla razón de que el diálogo será mucho más versátil y eficaz si hacemos caso omiso de variantes simplonas. Queremos hablar con un ente capaz de entender un número suficientemente amplio de construcciones lingüísticas. Los sistemas Unix nos proporcionan este medio.

¿Por qué una consola GNU/Linux? Sencillamente para partir de una base común. Aunque la mayor parte de las conversaciones que puedan mantenerse desde otros terminales Unix funcionarán de la misma manera que en terminales GNU/Linux, puede haber, en algún caso concreto, diferencias sintácticas o semánticas que me obliguen a entrar en matizaciones técnicas y me desvíen del propósito principal de estos artículos. Por otro lado, es realmente fácil para cualquier usuario inexperto de cualquier sistema operativo probar o instalar una distribución de GNU/Linux en su máquina, cosa que no resulta tan clara en el caso de otros sistemas Unix.

La cuestión es ahora la siguiente: ¿cómo accedo a esa dichosa consola?

Lo primero de todo es disponer de una distribución GNU/Linux. Si todavía no se tiene ninguna, existen diferentes opciones. Cada uno debe elegir la que más le convenga según sus conocimientos e intereses. Hay tanta documentación como se quiera en la Web sobre el tema. Hoy por hoy, cualquier usuario, incluso el inexperto, debería ser capaz de acceder a una distribución de Linux sin demasiados problemas, salvo que su máquina sea poco corriente. Hace diez años, por ejemplo, esto estaba al alcance únicamente de usuarios con un alto nivel de cualificación técnica. Las cosas, afortunadamente, han cambiado. Hoy por hoy, no probar un sistema GNU/Linux, es o fruto del desconocimiento o del desinterés, pero ya no de la falta de aptitud.

No quiero extenderme en cómo obtener una distribución GNU/Linux, no es el objeto de estas entradas. Algo diré, sin embargo, para que no se me pueda tachar de perezoso ;-) y para que el usuario de Windows o Mac tenga, al menos, un punto de partida aquí mismo.

Por orden de mayor a menor dificultad, se me ocurren las siguientes posibilidades:


  1. Utilizar una máquina virtual para un cliente GNU/Linux. Para ello hay que instalar un sistema de virtualización, como VirtualBox (gratuito y GPL), Parallels o VMWare, entre otros, y aprender a utilizarlos correctamente.

  2. Utilizar un Live-CD. Basta con descargar el que corresponda a la arquitectura de nuestra máquina (normalmente, i386 o amd64), grabar el fichero descargado en un CD, configurar la BIOS para que arranque en primer lugar desde el CD (por lo general, no es necesario) y reiniciar el ordenador con el CD grabado inserto. Hay muchas distribuciones excelentes, cito sólo tres, que comparten la misma forma de empaquetamiento del software, lo cual puede ser útil en futuros artículos de esta serie:

    • la más popular, según DistroWatch: Ubuntu

    • una de las más conocidas entre las absolutamente libres según la FSF (aunque sólo para i386): gNewSense

    • la que yo uso, y en la que se basan las dos anteriores: debian


  3. Instalar directamente desde el navegador. Esta es la opción más sencilla para usuarios de Windows. No hace falta más que seguir alguno de estos enlaces que propongo entre otros posibles y pinchar en instalar o descargar:



Por fin, Linux corre en nuestra máquina, ya sea en una ventana como una máquina dentro de nuestro escritorio (opción 1 de la lista anterior) o tras reiniciar el ordenador desde el Live-CD (opción 2 de la lista anterior) o habiendo seleccionado arrancar Linux en el menú del cargador de arranque que aparecerá en primer lugar (opción 3 de la lista anterior).

Nos encontramos seguramente con un bonito escritorio ---salvo que la versión de Linux usada no contenga sistema alguno de escritorio ni servidor gráfico, algo improbable hoy en día--- pero ¿dónde está la querida consola? Normalmente, tenemos dos caminos para acceder a ella:


  • Usar lo que se llama un emulador de terminal, al que se accede siguiendo el menú de aplicaciones. El sitio concreto donde esté situada la línea o icono de acceso dentro de ese menú puede ser diferente según el entorno de escritorio instalado. No obstante, ningún usuario debería tener problemas en encontrarlo fácilmente. Si seguimos este camino nos aparece la consola como una ventana más dentro del escritorio. Es la solución que elijo como punto de partida para los próximos artículos de la serie, por tratarse de la opción menos extraña para el usuario inexperto:



  • Entrar directamente en un terminal virtual o consola virtual, a través de la combinación de teclas Ctrl+Alt+Fn (se pulsan todas a la vez), donde Fn es una de las teclas de función en la parte superior del teclado ---habitualmente cualquiera desde la F1 a la F6---. Si hacemos esto (¡no lo hagas hasta terminar de leer el párrafo!), salimos del entorno de escritorio y nos hallamos en una interfaz textual pura. Para retornar de nuevo al escritorio gráfico, habrá que pulsar normalmente Ctrl+Alt+F7, o Alt+[flecha-derecha] sucesivas veces hasta topar de nuevo con la interfaz gráfica.



Hemos dado nuestro primer paso. Los usuarios de Linux conocen ya de sobra todo lo dicho hasta ahora; los usuarios de Windows o Mac dispondrán desde este momento de un sistema GNU/Linux completo con el que experimentar y habrán sido capaces de ver por primera vez el dispositivo de comunicación con la máquina que emplearemos a partir de ahora, el emulador de terminal o el terminal virtual, la consola, para abreviar.

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