domingo, 30 de octubre de 2011
viernes, 28 de octubre de 2011
De la forma y sus demonios
Los estetas reclaman la descomposición de la forma, o su chocante "originalidad", o su libertad inconculcable y contestaria. Pues esteta es quien goza de esas literarias o artísticas rupturas, cansado como está ya, sin saberlo, de su no vivir entregado o vendido a la contemplación de tanto arte, mucho de él, según él dice, trasnochado; todo él, en todo caso, sucedáneo de una vida (la suya) donde el existir está marcado únicamente por el deseo de distinción, en gustos refinados y minoritarios, y por la carencia total de empatía con lo que hay detrás de todo arte verdadero.
Los diletantes, por su parte, denostan los "experimentos" vanguardistas. Su buen gusto no tolera esos, según ellos, espurios esfuerzos de una inteligencia rebuscada y artificiosa por destacarse de lo natural y sano y elevado. Aunque no sea elevación lo que el diletante busque, sino el adorno y suave consuelo de la monotonía de su, más que seguramente, afortunada y acomodada supervivencia.
Ni unos ni otros se deshacen de sus prejuicios, pues son más que prejuicios, son su traición y su trampa. Ni unos ni otros comprenderían que detrás del equilibrio y quietud de la forma puede estar el deseo agónico de un corazón por hallar un último refugio a su desmembramiento y disolución (Hölderlin, Poemas de la Locura) o que por dentro de la forma derruida y la oclusión del sentido está siempre, cuando es verdadero, el martirio de un espíritu para el que la vida empieza a dejar de ser posible (Celan).
Decía Schelling que el mayor logro de la filosofía sería su desaparición. Más valdría que el arte, todo él, desapareciese de la escena pública. O que quedase sólo como lo que realmente es, cuando es lo que es, desde que perdió su puesto en el seno de una comunidad efectiva, hace tiempo inexistente e irrecobrable, es decir, como la enfermedad o el pecado privado del exiliado, del tarado, del loco.
El resto no es más que literatura. Cosas de estetas y diletantes, que, con razón (la suya siempre) arrojarán esta diatriba al fuego de su indiferencia, no sin antes haberla etiquetado como corresponde: un ejemplo intempestivo del malditismo romántico o postromántico.
Los diletantes, por su parte, denostan los "experimentos" vanguardistas. Su buen gusto no tolera esos, según ellos, espurios esfuerzos de una inteligencia rebuscada y artificiosa por destacarse de lo natural y sano y elevado. Aunque no sea elevación lo que el diletante busque, sino el adorno y suave consuelo de la monotonía de su, más que seguramente, afortunada y acomodada supervivencia.
Ni unos ni otros se deshacen de sus prejuicios, pues son más que prejuicios, son su traición y su trampa. Ni unos ni otros comprenderían que detrás del equilibrio y quietud de la forma puede estar el deseo agónico de un corazón por hallar un último refugio a su desmembramiento y disolución (Hölderlin, Poemas de la Locura) o que por dentro de la forma derruida y la oclusión del sentido está siempre, cuando es verdadero, el martirio de un espíritu para el que la vida empieza a dejar de ser posible (Celan).
Decía Schelling que el mayor logro de la filosofía sería su desaparición. Más valdría que el arte, todo él, desapareciese de la escena pública. O que quedase sólo como lo que realmente es, cuando es lo que es, desde que perdió su puesto en el seno de una comunidad efectiva, hace tiempo inexistente e irrecobrable, es decir, como la enfermedad o el pecado privado del exiliado, del tarado, del loco.
El resto no es más que literatura. Cosas de estetas y diletantes, que, con razón (la suya siempre) arrojarán esta diatriba al fuego de su indiferencia, no sin antes haberla etiquetado como corresponde: un ejemplo intempestivo del malditismo romántico o postromántico.
jueves, 20 de octubre de 2011
miércoles, 19 de octubre de 2011
martes, 18 de octubre de 2011
domingo, 16 de octubre de 2011
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viernes, 14 de octubre de 2011
miércoles, 12 de octubre de 2011
domingo, 9 de octubre de 2011
lunes, 3 de octubre de 2011
Tres poemas
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