sábado, 30 de mayo de 2009

HAL y la burocracia (II)

El porqué y el para qué del guión propuesto el día pasado es bien simple. A HAL, por descontado, no le interesa lo más mínimo, porque él opera en un nivel de abstracción de orden radicalmente distinto al nuestro, un nivel en el que es totalmente indiferente el asunto sobre el que va a girar nuestro guión del caso. Pero a nosotros, los que leemos o escribimos el guión, nos resulta indispensable, como a cualquier buen novelista, tener algo más que una noción ligera de la materia sobre la que vamos a tratar. En terminología técnica, el asunto sobre el versa en general un programa ---y un guión es un miniprograma, como ya hemos visto--- se suele denominar su dominio.

El dominio de nuestro guión, como resulta fácil de deducir por el nombre dado a algunas de sus variables, tiene que ver con la enseñanza y, en concreto, con el proceso que los pedagogos llaman evaluación. Hasta ahí todos tenemos idea de qué va: un alumno tiene una nota, resultado de su evaluación. El alumno puede aprobar o suspender. En nuestro país la nota mínima suele ser el 5, aunque sobre eso hay discusiones, a veces enconadas ---particularmente, entre alumnos o padres, de un lado, y profesores, del otro---, en las que no vamos a entrar.

Hasta aquí nada nuevo bajo el cielo, ha sido así toda la vida. Pero lo que quizá algunos lectores no sepan es que, una vez que los psicopedagogos y otros teóricos decidieron tomar cartas en el asunto educativo ---con los resultados que todos conocen y que tampoco vamos a comentar en este momento---, se ha producido una proliferación imparable de tecnicismos y de sus correspondientes encarnaciones escritas, que incluyen toda clase de informes, documentos y estadísticas con nombres de significado difuso o simplemente ininteligible y funciones imposibles de describir por una mente como la del autor. En este abigarrado universo lingüístico-burocrático se desenvuelven cotidianamente una parte de las actividades de la comunidad educativa, y cómo no, el procedimiento de evaluación, o séase, el acto de poner el aprobado o el suspenso al alumno.

Como no merece la pena extenderse en el asunto más de lo debido, basten unas mínimas aclaraciones, las suficientes para poder comprender el dominio de nuestro guión.

Las legislaciones educativas del tiempo presente establecen que el contenido de la enseñanza sea programado ---y que se redacte la correspondiente "programación"--- de acuerdo a unos apartados generales definidos por defecto, entre los cuales se encuentran los "objetivos" y los "contenidos", que vienen a ser algo así como la cuenta al detalle en forma de elementos de una lista, de lo que se va a enseñar ---como si esto fuera posible. Dentro de los contenidos, están los "mínimos", que definen, dicho en castizo, lo que el alumno debe saber si no quiere romperse los codos en verano.

Desentrañar la diferencia existente entre "objetivos" y "contenidos" rebasa la competencia lingüística y probablemente mental de la mayoría, incluido el autor, que da por inútil e improcedente el intento de acometer tal empresa.

Pues bien, resulta que de un tiempo a esta parte, cuando un alumno suspende, el profesor está obligado a confeccionar un informe en el que consten, por este orden:

  1. Los "objetivos" que no ha superado.

  2. Los "contenidos" (mínimos) que tampoco ha superado.

  3. Lo que, en concreto, tiene que hacer para superar o "recuperar" dichos "objetivos"-"contenidos" ---y no cuela lo de "estudia, amigo, más te vale".


Si con este conocimiento del dominio volvemos a mirar el código de nuestro guión, veremos que las variables ya tienen todas un significado claro. Del contenido de esas variables, en otras palabras, de los datos concretos ---el papeleo existente y consiguiente--- que vamos a manejar, trataremos en la próxima conversación. Por cierto, que entre tanta pedagogía de nuevo cuño, HAL ha quedado mudo en ésta :-(

Resumen:

  • El conocimiento del dominio sobre el que versa un programa o un guión es un requisito fundamental, previo a cualquier intento de escritura.

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