jueves, 21 de enero de 2010

La humildad de la palabra poética

Unos de los versos más famosos de Friedrich Hölderlin dice así:
Was bleibt, stiften die Dichter

Que se traduce habitualmente como:
Lo que perdura lo fundan los poetas

Tal vez sea cierto.

Pero si la palabra es siempre la palabra del amor y vive de su misma tensión, la tensión entre deseo infinito y cumplimiento imposible, entre ella misma y su silencio; si la palabra es, pues, palabra que renuncia a la posesión y a la permanencia, la palabra es despedida y sólo su despedirse perdura.

Porque el canto es también su propio fin, y, cuando el canto termina, cumple paradójicamente su destino. Pues sólo en su acabarse completa su verdad, la verdad de estar hecho, también él, de la misma materia que el cantor. Por eso, el canto verdadero suscita la melancolía, porque en cada una de sus irrepetibles entonaciones muere, para no regresar, como todo aquello que canta, como las mismas lágrimas que dejase en nosotros, los que cantamos, los que escuchamos.

6 comentarios:

  1. ¿Por qué han de morir el que canta y el que escucha si queda la canción?

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  2. Que muere el que canta no podría discutirse ---creo yo---, aunque algo de él permanezca, pero no él: el poeta pasado no es nunca el amigo cuyo cuerpo puedo abrazar. Que el canto muera es consustancial al propio canto, como trataba de expresar. Todo canto termina, y su peculiar entonación, la del momento en que se inicia y se consuma, es irrepetible. Podrá haber otros intentos, pero nunca serán el mismo. La escritura genera un espejismo, el espejismo de lo que permanece inmutable. Pero la poesía no es escritura, es, y seguirá siendo, canto, aunque el canto, en los tiempos modernos, se produzca en la soledad de la lectura y no genere un mundo, un mundo real, no imaginario ¿tal vez otra forma de permanencia pensable? ¿tal vez aquella en la que el propio Hölderlin se debatiera?

    Hay todavía algunas cosas más que decir al respecto, pero eso queda ---si queda--- para otras reflexiones.

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  3. En la canción siempre quedará algo del que canta y el que escucha, aquello por lo que es esa canción y no otra, aunque se pierda en el tiempo, pero no en la memoria de la eternidad que construye -y constituye- la realidad tal y como es... Por eso nadie se va de este mundo sin dejar huella.

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  4. Me has vencido. Queda la canción, y queda sobre todo en la memoria del poeta ¿No es curioso que la poesía, a diferencia de casi todas las cosas humanas, sea siempre la misma, indiferente a lugares, tiempos y circunstancias? La memoria del poeta, su voz, integra las voces de todos los cantos. En cierto modo, todo poema es una repetición peculiar del mismo y único poema. Pero el canto y el cantor mueren. Paradojas que sólo la poesía tolera. Lo que queda y lo que muere, indisolublemente ligados. Nostalgia y esperanza, de nuevo.

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  5. Algunas veces me he preguntado en cuántos trocitos se dividieron las almas al nacer (...), y siempre he llegado a la misma conclusión: si es posible, sólo podrán saberlo aquellas que vuelvan a completarse, reunidos todos ellos...

    Quizás es tarea del poeta, del cantor, llamar con su canción, como los pájaros (...); quizás por eso la cación perdura a lo largo del tiempo, en la memoria del que busca el reecuentro, el reposo; quizás por eso el poeta, nunca descansa.

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  6. Qué bellas tus palabras. Y cuanto de Platón, y su Banquete (y su Fredro) ---que ahora tú nos recuerdas---, nos queda por comprender, y vivir.

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