lunes, 16 de junio de 2008

Hofstadter y la interpretación musical

Hace tiempo leí con frución y entusiasmo el estupendo libro de Douglas Hofstadter Gödel, Escher, Bach. Tenía para nosotros, jóvenes músicos que acabábamos de terminar nuestra carrera y no nos sentíamos meros artesanos del instrumento, un atractivo especial, ya presente en el título. La mayoría de mis compañeros no pudo pasar de las primeras páginas. Yo tuve mejor suerte, porque en la facultad de filosofía había estudiado el teorema de Gödel en profundidad, y pude seguir una buena parte del argumento de aquel grueso y maravilloso libro.

Tras esa experiencia, todo lo que venga de Hofstadter atrae inmediatamente mi atención. El caso es que hace días leí esta entrevista suya. En un momento de ella alude a la interpretación de la música clásica, y dice lo siguiente:

No presto mucha atención a quién interpreta la música clásica porque para mí la mayoría de los intérpretes de primera fila suenan muy parecidos. Hay, por supuesto, sutiles diferencias entre los grandes intérpretes, pero lo que para mí cuenta principalmente es la secuencia de notas y armonías del compositor, que está siempre ahí, casi perfectamente. Pequeñas variaciones en la forma en que se producen las notas y las armonías pueden tener pequeños efectos, eso es todo. La música clásica va de los profundos significados puestos en ella por el compositor y no de los sutiles matices que introduce el intérprete.


Estoy totalmente en desacuerdo con Hofstadter en este punto. Explicar en detalle las razones me llevaría mucho tiempo. Pero simplemente, creo que hay una confusión de fondo. La función del intérprete de una composición escrita, es precisamente darle la vida, realizarla. Sin su interpretación, la obra no existe, esa secuencia de notas y armonías de la que habla Hofstadter no existe si no es realizada por un intérprete. Una composición es algo así como un manual de instrucciones para la producción de una obra musical. El intérprete se debe atener a ese manual, teniendo en cuenta además que ninguna de esas instrucciones es perfectamente unívoca: hay montones de sobreentendidos y ambigüedades, que sólo la práctica musical y el estudio preciso de la época, del autor y de la obra pueden esclarecer. El resultado parece ser fruto solo del compositor. Pero, insisto, sin el intérprete no hay obra. Cuando el intérprete es malo, tampoco hay obra, o no esa obra, sino sólo un tosco remedo; cuando es bueno, tenemos ante nosotros una posibilidad de realización de la obra.

Ahora bien, es cierto que las posibilidades de realización de la mayoría de las obras de la música clásica pueden sonarle parecidas a alguien que está acostumbrado a percibir las diferencias allí donde lo escrito (el número de instrucciones del manual) es sólo un esbozo rudimentario (en el jazz, por ejemplo). Pero esto es más bien una cuestión de hábitos. Las diferencias de interpretación de una pieza clásica pueden ser enormes, si bien de un tipo muy diferente a las que tienen lugar dentro del jazz.

Lo que sí es cierto, y en eso tendría razón Hofstadter, aunque de una forma no sospechada por él, es que hoy por hoy la mayoría de esas "grandes" interpretaciones no son más que copias, hechas para su venta en el mercado, de versiones previas. Hoy por hoy cuenta más lo secundario de la interpretación (corrección, virtuosismo, etc.) que lo esencial, la apuesta por una interpretación viva. Cuando esa apuesta constituye el centro de una interpretación estamos ante una realización inconfundible e irrepetible de una obra musical.

En resumen, se debe prestar atención a las diferentes interpretaciones de una pieza de música clásica, porque, idealiter, no son meras versiones, sino realizaciones únicas de esa composición. Y cuando, como en la actualidad sucede con frecuencia, no estamos ante nuevas realizaciones de la obra, sino ante meras copias de otras realizaciones, de otras interpretaciones, entonces más vale apartarse de ellas, porque lo que oiremos no será otra cosa que una copia sin vida, un cadáver y, por ello, una trampa mortal para nuestra escucha.

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