Me entero por mi amigo Sherif El-Salhy de esta entrada en la web de David Russell.
La nota de David es interesante por varios motivos. Me gustaría destacar uno en especial. La gente tiende a imaginarse ---aquí el tópico ha hecho y sigue haciendo mucho daño--- que una buena interpretación es esencialmente fruto de la inspiración del intérprete. Claro que la inspiración y la intuición tienen un papel determinante en el resultado. Es más, probablemente sea lo que distingue una interpretación excelente de una meramente correcta. Pero para que la excelencia se haga presente es necesario el trabajo. Lo interesante de la entrada que comento es que este trabajo no es sólo trabajo en bruto, es decir, horas y horas de entrenamiento sin ton ni son. Es necesaria igualmente una disciplina adecuadamente regulada de acuerdo a una metodología bien pensada. La "chuleta" de David nos permite ver claramente que la forma y distribución del trabajo están perfectamente definidos por un sistema de control bien diseñado.
Cada intérprete deberá encontrar su manera propia de organizar su trabajo. Lo que resulta impensable, cuando de lo que se trata es de lograr resultados excelentes, es que sin un mínimo sistema de organización del trabajo se pueda conseguir algo interesante.
En definitiva, la música y el arte en general, no están exentos de las exigencias comunes a todas las tareas creativas de envergadura. Esto es algo que trato de comunicar permanentemente a mis alumnos, sin demasiado éxito, todo sea dicho. Por supuesto, hay que buscar un equilibrio entre disciplina y espontaneidad. Hay que evitar que un exceso de disciplina y metodología ahogue la frescura que debe haber en el trato con las obras musicales. Pero también es imprescindible impedir que la anarquía se apodere de nuestra voluntad y que, con la disculpa de la inspiración, el trabajo acabe sin dar fruto sepultado bajo una avalancha de problemas que sólo una preparación cuidadosa y sistemática puede frenar.
martes, 24 de junio de 2008
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Tiene tiempo esta entrada, pero estoy muy de acuerdo con ella. Como músico, debo decir que yo me baso más en el trabajo que en la inspiración, pero como intento de escritora siempre he tenido una tendencia a dejarme llevar por las musas, hasta que he descubierto que se trata de una combinación de ambos elementos lo que hace que algo merezca mínimamente la pena.
ResponderEliminarUn saludo, Átopos.
Tu vivencia es realmente interesante, esa diferencia que sientes sobre la relación inspiración-trabajo entre la creación musical y la literaria, particularmente la poética. Por propia experiencia y por la que conozco bien de mis amigos músicos o poetas, puedo decirte que es bastante común.
ResponderEliminarDe todas formas sí que me gustaría tratar alguna vez más en profundidad estas cuestiones dentro del blog. He escrito varias veces sobre el tema, alguno de estos escritos estuvo en Internet, pero la pereza hace que todavía no haya encontrado momento de alojarlos en un sitio estable.
Quizá el texto más revelador que conozco, si se lee con todo detalle, es el primero de todos ellos, el magnífico diálogo socrático de Platón, Ion. Allí se apunta justo a lo contrario de lo que digo en esta entrada, al papel crucial y definitivo de la inspiración. Y estoy totalmente de acuerdo con Sócrates. Luego parece que me contradigo. No lo hago. Pero me llevaría demasiado tiempo explicarlo. Para otra ocasión.
Saludos.